martes, 22 de enero de 2019

Un añito

Un añito ya.

Hace un año y tres días que llegaste a poner patas arriba esta casa de bien hobbita.

Un año complicado, con sus luces y sus sombras. 

Ya juegas. Te encanta que te lea cuentos, hagamos el cucú-tras, montemos torres, que te columpie, que te cante.... Ha costado muchísimas horas de terapia conseguirlo pero aquí está el resultado. Juegas con gusto, me buscas, me miras. Y yo juego contigo aunque reconozco que muchas veces me salgo y me cuesta horrores reconectar, tal es el cansancio físico y mental que arrastro. 

Buscas a tu hermana y te ríes con ella un montón. También sufres de sus embates, sus muestras arrolladoras de cariño y, por qué no confesarlo, sus celos, sus mordiscos y empujones. Lo bueno es que ya lo vamos consiguiendo canalizar. Lo malo es que aun queda canalización para rato, me temo o_O.

Das besos. Besos húmedos y babosos. Pones unos morritos tan graciosos y preciosísimos cuando te pedimos un besote y tu, solícita, acudes a dárnoslo que no podemos evitar partirnos de risa cada vez que nos los regalas. 

Ya caminas. Empezaste a hacerlo sin apoyos una semana antes de tu cumpleaños. Antes  de eso ya eras un bólido, agarrada al carrito de juguete. 

Empiezas a permitir que me aleje y me separe. No sabes lo que significa eso para mi, poder levantarme de mi metro cuadrado de baldosa puzle, ese suelo de goma eva en el que he pasado el último año... Poder cocinar algo rápido en diez minutos sin temer tirarte al suelo porque llorabas aferrada a mi pantalón, sin poder ni siquiera girarme hacia el fregadero y mucho menos caminar dos pasos hasta la nevera. Me quejaba con Habi de que no podía comer... ¡ja! Contigo si que ha sido imposible comer, mi pequeña pulga. 14kg menos dan fe de lo que digo. 

También lloras infinitamente menos. Esas largas jornadas de 7, 8 e incluso 9h seguidas llorando han desaparecido (crucemos los dedos para que no vuelvan). ¿Qué era lo que te pasaba? No creo que lleguemos a saberlo nunca pero menudo año, hija. De este llanto inconsolable durante horas ha salido la peor versión de mi, que incluso hoy, reconoce que ya entra en modo automático cuando lloras y muchas veces no termino de hacerte el caso que necesitas. Lo bueno es que, ahora si, los brazos de mamá logran consolarte rápidamente. Nos vamos entendiendo. 

Amas a tu papá. Corres a buscarle dando grititos de alegría cuando cruza la puerta de Mordor. Y tu papá se derrite contigo. 

El coche sigue siendo un agobio pero en eso si que no hay mucho que podamos hacer. Tienes que estar en la silla. 

Y lo más importante: desde hace tres semanas ya sonríes. 

¡Feliz cumpleaños Pulguita!