Sueños

Como todo el mundo, soy una Hobbita soñadora. Soñar está muy bien, seas de los que te acuerdes de los sueños o seas de los que no. En mi caso, lo de recordar los sueños es algo que me ocurre a veces. Pues bien, desde hace un par de semanas me acuerdo con más asiduidad de los sueños y he de confesar que son sueños raros (teniendo en cuenta que hablamos de sueños y la normalidad no entra en los parámetros de subconsciente).

En vacaciones tuve mi primer sueño con un bebé. Sueño real, no ensoñación despierta de esas en las que te imaginas el futuro con el retoño en los brazos. Era un bebé pequeño, rechoncho, muy bueno, apenas un par de gruñiditos de acurruque para seguir durmiendo. Un sol de bebé, vaya. Y yo lo tenía en brazos. Hasta aquí, todo normal. El problema es que yo lo tenía en brazos porque no había donde dejarlo. No tenía cuna, ni carro, ni moises... Nada. Si lo soltaba en el sofá, rodaba y lo tenía que recoger al vuelo. Por supuesto tampoco tenía una mochila ni un fular para portear. Parece superagobiante pero no fue un sueño que me alterara. Cuando me desperté, recordándolo tan nítido, creo que pensé que, definitivamente, era el momento de dejarse de tonterías con respecto al miedo al aborto. Es oficial que tengo que preparar, aunque sea mínimamente, el cuarto del bebé y para eso lo primero que hay que hacer es vaciar mi estudio de mis cachivaches y vender un par de muebles que tengo ahí puestos desde que hace dos meses cambiamos un par de cosas en el salón. 

Una semana después, y pese al sueño premonitorio, no hice absolutamente nada en ese cuarto salvo recolocar libros infantiles y juveniles (que por supuesto le quedan demasiado grandes a cualquier futuro churumbel) en las estanterías antes dedicadas a la oposición. La Hobbita es un desastre U_U.

El segundo sueño también me asaltó en vacaciones. Este si fue surrealista total y de este si que me desperté un poco alterada, vaya usted a saber por qué. En el sueño había una casa, un horno encendido, una alacena a la que se llegaba a través del horno encendido y un par de camas dispuestas en horizontal sobre el horno y, por lo tanto, sobre las alacenas. En escena estaba mi mejor amigo, al que hace más de un año que no veo más que por skype y al que hay días que, joder, se le echa de menos para ir a zampar torteles a una cafetería perdida de la mano de Dios para poner a parir a los novios y novias mutuos. Como dato, él tuvo a su primera hija en enero aunque la bebé no salía en escena (pero me parece reseñable y como esto va de libre asociación, yo lo dejo anotado). Total, que hay que alcanzar unos estropajos. Lo primero es intentar alcanzarlos a través de la puerta de la alacena, ello es, el horno encendido. Obviamente, me quemo y mi amigo observa impasible la escena sin hacer nada. Al final decido alcanzar los estropajos subiéndome a las camas, separándolas y haciendo un esfuerzo enorme para lograr pescar el estropajo a través de colchones separados y lamas de somier más estrechas que mi mano. Mi amigo sigue mirando la escena muy serio. Cuando tengo los estropajos por fin en la mano, le sonrío. No hay nada que fregar.

Lo dicho: desperté muy angustiada. He quedado para hablar con él por el skype el próximo miércoles, a ver si sus labores y las mías nos lo permiten.

El último sueño lo tuve al día siguiente de ir al médico a por los resultados del triple screening. Por poner en antecedentes, los resultados salieron perfectos dentro de que es una mera probabilidad y que tocarte, te puede tocar. Pregunté al médico por el Harmony y me sacó de dudas: otra prueba que arroja una probabilidad que luego tienes que comprobar mediante amniocentesis. Bueno, pues no se porque razón pero mi novio y yo acabamos teniendo una monumental bronca aún no tengo muy claro por qué con una crisis de ansiedad por mi parte (que una es tranquila y sosegada pero de vez en cuando me da alguna). Ya está arreglado (supongo) y hubo alitas de la concordia por la noche para celebrar los excelentes resultados del test pero el día no sé si lo voy a recordar con alegría, la verdad. 

El caso es que por la noche soñé que iba al baño y al limpiarme había coágulos. Así de simple y así de cruel. Sin embargo, no fue un sueño con tintes de pesadilla si no meramente informativo. Me desperté con la vejiga a punto de estallar, fui al baño y todo correcto, en su sitio. Un par de días después, todo sigue correcto y en su sitio pero cada vez que voy al baño me asalta la imagen del coágulo. 

Creo que ese sueño si que es un mensaje importante. Lo interpreto como que ahora mismo el bebé se antepone a cualquier cosa, humana o material. Ni una crisis de ansiedad más, sea o no por tonterías. No es solo que no sea bueno para mi si no que ahora hay una segunda persona que depende por completo de mi así que a aplicarme el cuento. Y si mi mozo está teniendo un problema de inseguridad, que se lo arregle él, que no estoy yo como para contemplarle, por mucho que me joda.

Y vosotros, ¿estáis teniendo sueños a raíz del embarazo? ¿Los tuvisteis? Si no estáis embarazados, ¿los recordáis?