3º día en el hospital

El día llegó, con nosotros algo más cansados que el día anterior pero contentos por haber sobrevivido y sentir que hacemos un buen equipo. Realmente yo estaba más descansada porque, aunque por turnos, pero había conseguido dormir bastante más que la primera noche así que estaba bastante despejada y muy orgullosa de nosotros. 

El tercer día a la Habichuela le tocó vivir la prueba del talón. La enfermera se lo debió hacer muy bien porque apenas se quejó. Lloró un poquito pero enseguida se calmó con la teta. 

Volvieron a bañarla y pesarla y nos dio un resultado bastante desalentador: 2'740kg. Las enfermeras me comprobaron el agarre, me estrujaron las tetas a ver como iba de calostros y nos consolaron diciendo que bueno, que perder peso es lo normal U_U. La teoría te la sabes pero cuando lo ves en tu niña lo pasas un poco mal. ¡Así que ale! Nos pasamos el día con la Habichuela en el pecho haciendo piel con piel ^_^.

Ese día me tocó tortura a mi.
La enfermera matutina que me estaba revisando la cicatriz constató que, pese a la buena involución del útero, tenía un hermoso serohematoma que había que drenar. ¡Y a drenar! ¡Ay! ¡Pupita Hobbita, pupita Hobbita! Eso si, me la dejó limpia limpia. Tan limpia que no hubo que drenar más durante el resto de la estancia (aunque me lo revisaron todas las enfermeras de los diferentes turnos) :D. 

Lo bueno es que me quitaron los cables que me unían al elastómero de calmantes. Me dejaron la vía pero ya no estaba tan atada a la cama.

Por la tarde vino al hospital la hermana de mi padre biológico, mi tía materna. Vino con mi primo J. Fue raro verlos pero al mismo tiempo súper bonito. Aunque las cosas se torcieron mucho a raíz de la enfermedad de mi padre, en realidad son esa familia con la que yo crecí y a la que aprecio así que me encantó verlos y se les veía muy contentos con la niña. Mi tío C. no quiso venir porque estaba acatarrado, cosa que se agradece :). Lo dicho. Fue una visita corta pero que agradecí mucho por todo lo que significaba. 

Y por la noche, de nuevo mi madre me ayudó con la ducha mientras el Mozo se quedaba con la Habichuela. Y luego paseo nocturno de la aquí presente, renqueante y apoyada en el Mozo mientras mi madre se quedaba al cuidado de la Habichuela. 

La noche se nos dio fenomenal. La lactancia materna ya estaba bien instaurada y la Habichuela caía como un cesto nada más darle la teta. Además, ya nos había quedado claro que los culos de bebés, mejor limpios y libres de meconio (vergüenza) y esa noche pudimos descansar bastante bien porque Habi dormía en su cunita, a nuestro lado, a mi ya se me había pasado el terror a no verla respirar (o me había vencido el cansancio, que todo podía ser) y el Mozo empezaba a confiar en que nuestra peque nos pediría de comer llegado el momento. Cada dos horas, como un reloj suizo, Habi pedía su teta, se la dábamos y a seguir durmiendo. Una gozada, ¡oiga!

Y además, sabíamos que no nos quedaba nada para irnos a casa ya que las enfermeras nos dijeron que lo más probable es que al día siguiente nos dieran el alta a las dos. Había que correr para registrar a Habi y hacerla oficial!

<< Continuará >>