martes, 2 de julio de 2019

La pulga

Esta es una entrada complicada de escribir porque no quiero dar la sensación de queja constante, ni de madre coraje, ni nada similar (no es mi rollo) pero tampoco quiero dar la sensación de que esto ha sido un paseíllo con un bache gordo en el camino. 

Y es que el año y medio que llevamos con la Pulga ha sido complicado. A mi desconexión de seguridad (AKA depresión postparto) hay que sumarle una hija que no ha sido fácil y que nos está haciendo sudar la camiseta con profusión. Pero empecemos por el principio de los tiempos. 


Conseguí que me empezaran a tratar cuando la Pulga ya tenía 4 meses. Esos cuatro meses podían resumirse en un primer mes extraño, con una bebé que dormía relativamente bien pero con mis primeros síntomas de disociación. Yo me sentía rara. Ni triste, ni alegre... Simplemente era como si hubiera quedado un cascarón vacío y todo me diera exactamente igual (pero sin darme igual porque esa ausencia total de emociones me rayaba de lo lindo). Una cosa así como raruna, ya tu sabeh. 

Y entonces llegaron los dos meses de la Pulga. ¡Ay! ¡Los dos meses! Empezó a llorar. Por todo. A todas horas. Inconsolable. Estamos hablando de llanto continuo durante una media de 9 a 12h. Y yo sola con las dos niñas (el Mozo acababa de reincorporarse después de la baja de 4 semanas de entonces). Y yo juro que lo intentaba todo. Porteo, carro, cuna, cama, brazos, colecho... Nada. Y las noches eran horribles, yo sola con el bebé berreante. Hirosaki y Ariel Pop pueden dar fe de esas noches en vela con mis audios botando desde la pelota de pilates y mi bebé berreando en sus orejas. O simplemente yo llorando a moco tendido en la cama y el bebé que acababa dormido de puro agotamiento en la cuna. Solo, porque ya no me daban los brazos (ni la neurona) para más.

A los tres meses la cosa seguía igual y yo cada vez más desquiciada. Como me daba miedo quedarme con ellas en casa, salía. Pero, ¿como salía? Pues me iba al centro comercial con una amiga (AM) a pasear arriba y abajo con nuestros bebés (mis dos hijas y su niño). Yo no se como AM no me mandó a la mierda porque se ha pasado, literalmente, MESES, paseando conmigo e intentando hablarme a través de un bebé que chillaba por encima de la megafonía del centro comercial. Horas. 

A los cuatro meses conseguí las citas con los profesionales que me iban a atender. Al psiquiatra directamente no la pasé a consulta. Se quedó fuera con mi madre. Berreando. 

A la psicóloga del CAF si que la llevamos al principio el Mozo y yo y ella empezó a verle cosas a la niña: el nerviosismo a la teta, la incapacidad para relajarse, el llanto incontrolado e inconsolable.... Acabamos yendo sin ella porque era imposible hacer una sesión de pareja con ella por allí.

La psicóloga perinatal a la que me derivaron es además especialista en atención temprana. Lo que empezó siendo una terapia para afianzar el vínculo con la Pulga pronto empezó a derivar en otra serie de cosas que ella iba detectando en la niña.

Para empezar, a sus cuatro meses, no miraba. No era capaz de centrarse ni sentirse segura en ningún momento encima de mi. Ni en la teta, ni en mis brazos. Ojo cuidao, tampoco en brazos ajenos. Ni el Mozo, ni mi madre, ni mi suegra.... nadie se hacía con ella. 

A los 6 meses aún no jugaba ni sonreía (ya ni hablamos de carcajadas). Empezamos una terapia de juego dirigido debido precisamente a esa ausencia absoluta de juego. Un par de semanas después, empezó a aparecer el juego pero siempre a través del objeto y nunca a través de mi. Me explico. La niña no me miraba para jugar, ni entendía que el juego era con las personas, no con los juguetes. Además, durante todo este tiempo la Pulga no toleraba bajo ninguna circunstancia que yo me separara (físicamente) de ella y al mismo tiempo no soportaba que yo la cogiera. ¿Como se come esa dicotomía? Pues conmigo sentada todo el santo día en una baldosa y sin poderme mover. Ni a mear, ni a comer, ni a beber, ni a estirar las piernas o a coger un objeto para Habi de la estantería justo encima de esa baldosa. Intentar hacer cualquiera de esas actividades significaba despertar a la bestia que rompía en llanto desgarrador. Que dirás: chica, pues meas y a la que vuelves, la calmas. Y yo digo: ojalá hubiera sido tan facil. Porque una vez rompía a llorar ya sabías que, a continuación, te quedaban un mínimo de 4h de llanto y gritos ininterrumpidos. Y al final loqueas tanto que no te mueves. O lo intentas porque claro, hay una niña de 2 años a tu cuidado que precisamente necesita de ti que te muevas. 

Para tratar de mejorar estos estallidos y conseguir que Elena (permitidme que llame a la Pulga por su nombre porque me cuesta escribirlo si no) empezara a entenderme como parte del juego, dimos una vuelta de tuerca al juego dirigido. Para empezar, la psicóloga me grabó. Y yo, que no me callo ni debajo del agua, estaba seria y callada con ella. Fue increíble verme desde fuera. Ella no interactuaba conmigo pero desde luego, yo tampoco me quedaba corta. Así que los deberes consistieron en seguir con el juego dirigido pero forzándome a hablar con la niña. Y cuesta admitirlo pero me tenía tan agotada, tan frustrada y tan cabreada, que lo que menos me apetecía a mi yo de aquel momento era dirigirle la palabra (sic). 

Total, que ahí estaba yo con mis deberes. Jugar un mínimo de 2 horas diarias según las pautas del momentos (incidir en que me mirara para continuar la actividad, forzar la interacción, lecturas de cuentos, canciones que no le interesaban...). Y todo con Habi por allí. Y para lograr ese tiempo, Habi estaba enchufada a la tele. Hasta que un día peté y llamé lloricosa a la casa de niños. Y conseguí plaza y el resto de esa historia ya la sabéis ^_^ .

El tema de las sonrisas también escamaba a la psicóloga. Era una niña seria: muy seria. Tan seria que los típicos abuelos se ponían a hacerle monerías por la calle y Elena se les quedaba mirando con cara de tipo chungo del Bronx. Así hasta que al abuelo de turno se le congelaba la sonrisa y me miraba diciendo:

- Que maja, ¿eh?

La realidad es que ahí poco pudimos hacer. Elena sonrió por primera vez al año de edad y fue a una madre de la casa de niños. Que otra en mi situación podría haber sentido celos pero la realidad es que me salió un estallido histriónico en modo:

- ¡SE HA REÍDO! ¡SE HA REIDO!!!! WEEEEEE!!!

Que yo creo que la madre de la casa de niños pensó que de qué manicomio me había escapado yo. 

No se en que momento se fue normalizando pero ahora mismo mi niña se carcajea, me busca, se ríe y sonríe, saluda con la mano, aplaude, pide canciones y bises, se comunica... Como si fuera una niña absolutamente normal y nada de todo esto hubiera pasado. 

Y ahora ha vuelto a empezar a hablar. Os lo cuento porque también ha sido un tema que nos ha tenido en vilo. Y es que empezó a decir palabras (papá y mamá concretamente) y de pronto, se calló. Tuvo como una regresión en el lenguaje. Cuatro o cinco meses después, mi bebé volvió a sus palabras y añadió agua, hola y teta. Con casi 17 meses, estas son sus palabras por el momento, pero el que haya vuelto a hablar nos ha permitido respirar en ese sentido. 

Actualmente, el vínculo entre las dos está perfectamente establecido. La quiero con locura, me inspira una ternura y una alegría de aquí a la luna ida y vuelta. Le queda un trastorno del apego en el que seguimos trabajando y que ya me han advertido que es muy probable que no podamos solucionar. 

¿Me preocupa? Mentiría si dijera que no. Sin embargo, veo una progresión en ella tan alucinante, que es algo que no me quita el sueño. Ahora se que mi hija tiene unas necesidades especiales con respecto a la gente con la que se relaciona. Necesita saber que estamos ahí y que no desaparecemos. Sigue necesitando el contacto físico cuando lo solicita pero a cambio me he podido levantar de mi baldosa y moverme en el mismo espacio en el que está ella. Desde hace un mes incluso puedo desaparecer unos minutos de su vista y hacer algo aparte sin que entre en crinos. Es como un pequeño tarro de nitroglicerina pero un poquito más estable ahora. 

También ha dejado de llorar tantas horas. Ahora llora como un bebé normal y, un par de días al mes, nos deleita con sus crisis pero ahora ya sabemos manejarlas mejor. 

Por supuesto, durante este año, hemos ido al pediatra (reconoco que con verguüenza en modo: ola k ase, mi bebe llora o k ase. O_o) pero nunca tenía nada. Le han mirado (y tratado) reflujo, gases, cólicos... nada. Cerca del año la diagnosticaron de dermatitis atópica y es cierto que desde el diagnóstico, llora menos (supongo que si la picaba todo no tenía er chichi pa farolillos el mejor de los caracteres para enfrentarse a la vida). O quizás simplemente no tenía nada y ha sido cuestión de madurez. En cualquier caso es algo que nunca sabremos.

Ahora mismo, Elena busca su autonomía y juega a irse corriendo de mi lado para que yo la persiga. Le encanta que la lance por los aires, que baile con ella, le cante canciones, la lleve en brazos (o la deje en el suelo, según le de). Ama los columpios, la arena y el barro. Y ha empezado a jugar con su hermana y a imitarla. También le encanta ir a buscarla a la casa de niños, que juguemos a señalarnos partes del cuerpo y que le leamos muchos, muchísimos cuentos. 

Me encanta y me alivia decir que mi bebé es ahora un bebé sano y con un desarrollo totalmente normal, adaptado a su edad pero que hemos tardado mucho en llegar hasta aquí. Ha habido mucho trabajo por su parte, por la mía, por la psicóloga y por la gente que nos ha aguantado durante estos meses (AM, Hirosaki, Ariel, Amiga con conocimientos.... os dedico este Oscar... digo... gracias ^_^).


10 comentarios:

  1. Bravo por Pulga!!
    Eso que cuentas tiene que ser DURISIMO, la verdad que no me hago a la idea... Mucha paciencia y a seguir así que lo estáis haciendo genial.
    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es oirla carcajearse y se me pasa todo. Ha merecido la pena. Y ver que ahora es una niña completamente normal me hace reafirmare en la importancia de incidir en la educación de 0 a 3 años. Tiene aún sus cosillas, pero ni punto de comparación.

      Eliminar
  2. Gracias por contarlo todo tan sinceramente, ya me imagino lo duro q habrá sido. La verdad ya me olia q con tu depresión lógico q la niña haya desarrollado un apego inseguro...y entonces da igual q estrategia uses para calmarla q no van a funcionar.
    Es como el pez q se muerde la cola: como tu estas mal, tu bebe está mal, no la puedes calmar, te agotas, aun te sientes peor....

    Q bien q hayais contado con medios y profesionales para ponerles solución y que sigáis trabajando en ello. Pero sobretodo que bien q ya sientas ese amor por tu hija.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es como si las dos estuviéramos completamente desconectadas la una a la otra. Y ella, además, del mundo. Y no había forma de que nos entendieramos. Sin embargo, después de un año de trabajo (y lo que nos queda) todo ha mejorado. Ella es un bebé absolutamente normal, con su temperamento y ese click q a veces hace, y yo vuelvo a ser la hobbita zen. Con sueño, pero zen.

      Eliminar
  3. Que trastorno del apego le queda? Que duro!!! Es tan difícil lidiar con los llantos, yo no hubiera aguantado ni una cuarta parte. Como lo llevo la mayor? Ha de ser muy duro para ella. Animo, luego de esto puedes comerte el mundo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues está tan tranquila, separada de mi (pero en el mismo espacio) y d3 pronto se ofusca, se aterra, se pone a gritar, me busca, viene a grito pelao, vuelve a intentar hacer el alien inverso (meterse dentro de mi caja torácica con las uñas) y si me la quito de encima, peta y se va a 4 pasos a golpearse con lo primero que pilla (una puerta, el suelo, la pared....). Y si intento cogerla y contenerla, peta más... Lo bueno es que ya le pasa muy de vez en cuando.

      Habi... No se. Le pilló tan pequeñita.... La casa de niños ha sido nuestra tabla de salvación, la verdad. No habría podido trabajar con Elena sin llevar a Habi con ellas. Pero los 10 primeros meses de pulga han sido mortales, con las dos, sin poder atender a la mayor y sin entender lo que necesitaba la pequeña.

      Ayer estuvimos viendo vídeos y en todos salgo botando en la bendita pelota de pilates. En todos xD.

      Eliminar
  4. Ha debido ser una etapa muy dura para ambas. Menos mal que ya vais saliendo del bache. Hay veces que es tema de maduración, pero también hay niños más especiales con cosillas que no se van, que son parte de ellos. Mi Renacuajo es así, no miraba, tardó en reír, se abstrae en modo semiautista, ha tenido desde siempre una actividad frenética...El caso es que con el tiempo, ellos aprenden a controlar ciertas cosas para encajar en el mundo y tú te acostumbras a sus rarezas y las aceptas sin más. Ánimo con lo que queda y ojalá podáis seguir disfrutando las unas de las otras sin ese agobio y desconexión. Un abrazo gigante

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mi pulguita ahora mismo es una niña totalmente normal, con sus rarezas y sus cosas, pero normal. Sin embargo, lo del primer año no ha sido ni medio normal. Afortunadamente ya pasó y lo que queda es algo totalmente afrontable y que le da una personalidad entrañable. Es lista, risueña, pilla, adorable.... Y rie. Rie un montón, mi chiquitita. ^_^

      Eliminar
  5. ¡Madre mía, qué historia...! ¡Ha debido de ser durísimo...! Digas lo que digas, sois unas campeonas. Enhorabuena por todo ese trabajo, os merecéis disfrutaros al máximo :D

    Por cierto, algo muy interesante de todo esto es que sea la segunda. Creo que, cuando pasas la primera maternidad, te invade una sensación de conocimiento y seguridad que es tan falsa... Tengo una amiga que dice que ella ha sido primeriza dos veces, porque con se segunda hija se ha sentido más perdida que con la primera... Es bueno que estas cosas se sepan también. ¡Gracias por compartirlas!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues estoy 100% de acuerdo con tu amiga. Embarazada tuve judto esa sensación : de seguridad, de comerme el mundo.... Y la hostia ha sido grande... Yo solo quiero pensar que si hay un tercero, ya no me pillan: que sea lo que tenga que ser xD

      Eliminar