La abrumadora falta de tiempo

La Habichuela se acerca a su primer año de edad. Ha sido un año maravilloso en el que he aprendido muchísimas cosas y he descubierto hasta que punto son flexibles mis límites. He pasado de ser una, un individuo solitario, a que una pequeña personita, individuo también, se convierta en mi centro y mi periferia. Me gusta mucho la persona que he descubierto que soy, la dimensión que me ha dado la maternidad y me lo paso fenomenal con mi Habichuela, aprendiendo, viéndola desarrollarse y crecer feliz. Sin embargo, no todo son unicornios rosas, no vayamos a pensar. No. 

De un tiempo a esta parte el subidón hormonal que me dio en el nacimiento se ha ido suavizando. Sigue encantándome ser madre a tiempo completo y agradezco cada día no tener la necesidad de trabajar. Sin embargo, empieza a dar toques de atención una parte de mi cabeza que me susurra, cada día más alto: 

- Hobbita! Cuida tu espacio.

Y es que ser madre 24/7 es agotador y hay un momento al final del día en el que solo quieres un rato para ti. El problema está cuando te das cuenta de que, en la familia, solo tu tienes esa sensación.

Entendedme bien: el Mozo se tiene que levantar pronto por la mañana para marcharse a trabajar. Y es duro, sobretodo si la noche anterior Habi se puso tontorrona. Sin embargo, durante esas 8 o 9 horas que pasa fuera de casa, el Mozo es simplemente él. No es Papá. Es el informático friki que se relaciona con otros informáticos, come su tostada con tomate para desayunar, su pincho de tortilla de media mañana y los viernes, se va de cañas con los compañeros. Y en el metro tiene su rato para mirar el movil, jugar a sus jueguecitos, leer o simplemente mirar al infinito. Una vez en casa, el Mozo llega, nos saluda y se marcha a cambiar de ropa. Eso suele ser, en el mejor de los casos, 20 minutos que muchos días se hacen 45. Sin importar si yo estoy saturada, necesito soltar a la niña o si Habi está de buen o mal rollo. Luego solemos hacer algo en familia, desde pasear a la Chucha a ir a comprar, depende del día. Y por la noche, mientras yo intento dormir a la enana a la teta, él juega al movil o responde whatsapps o simplemente, duerme.

Mi día a día comienza cuando me despierto (obvio). Muchas veces me despierto yo y Habi sigue durmiendo y ese es el rato que aprovecho para recoger la cocina y el salón para poder poner la Roomba. Otros días me despierta Habi de un cariñoso manotazo o, como hoy, que directamente me ha mordido la nariz. Aún recuerdo ese momento con lágrimas en los ojos U_U. Si Habi se ha despertado, olvídate de intentar recoger cocina o salón. Hago lo que puedo. Hoy por ejemplo, que estaba cansadísima, Habi ha volcado el bebedero de la Chucha y he tenido que ponerla a la espalda mientras berreaba cabreada. Aún no he recogido la cocina y en 5 minutos viene la asistenta. Creo que hoy no lo voy a hacer yo xD.

Desayuno como puedo. Y es que Habi ahora exige repostaje en vuelo, ello es: comer de mi comida pero sin subirse en la trona. Luego me la pongo en algún portabebés y salimos a pasear a la Perrucha Chucha. A veces Habi va de buenas y otros días es una lucha en la que me muerde el escote, me pellizca el cuello o me araña la cara. Hoy ha sido de los segundos días y tengo tres arañazos que me cruzan la barbilla. Pican un huevo y parte del otro.

Una vez en casa, la dejo un rato a su aire. Que abra cajones, que esparza el contenido por donde quiera, que se desfogue. Lo que sea pero a ver si puedo leer un poco. Generalmente no cuela. O me siento con ella en el puzzle a recibir los juguetes y objetos que me va trayendo o reclama atención entre pucheros y berridos. Y además, la entiendo: es su momento. Su cerebro requiere estimulación y para eso me quedé en casa. Es mi trabajo y quiero hacerlo bien.

Afortunadamente, he descubierto un as en la manga oculto en un lugar que aborrezco de Mordor: el rin para bebés del centro comercial. Oculto en el ala sur del complejo, el rin para bebés es un lugar maravilloso donde soltar a mi pequeña Habi para que alterne con sus congéneres de 0 a 3 años. Ella suele ser la más pequeña del lugar pero como camina, tampoco pasa nada. Eso si: hay días y días, ya os hablaré del tema con más profundidad. En el rin no puedo dejar de mirarla un segundo pero reconozco que es superdivertido verla con los demás bebés, descubriendo juguetes ajenos y explorando, y de vez en cuando, hablo con otras madres y voy haciendo migas. Tengo esperanzas en hacer algún grupillo por aquí aunque de momento no ha caído esa breva.

El rato que pasamos en el centro comercial también aprovecho para hacer algo de compra y para que camine. Aprovechando que por las mañanas hay menos gente, la llevo caminando de un lado a otro, pelín errática, parándonos en cada escaparate, en las pegatinas del suelo, mirando a la gente que le llama la atención y arrancando sonrisas. Mis sentidos 100% puestos sobre ella y sobre el carro para no provocar accidentes (ni ella ni yo, que soy la torpe del carro). A lo tonto se pasan 2 o 3 horas solamente caminando de una punta a otra del centro comercial para comprar unos yogures.

Cuando se acerca la hora de comer, la subo en el carro y me la llevo a casa. Con suerte la he cansado lo suficiente y se me duerme de camino y así puedo hacer la comida tranquila y, a veces, comer caliente y sola. Otras veces no se duerme y comemos juntas haciendo volar cosas, intentando ponerse de pie en la trona y llamando a la Chucha a cambio de compartir el pan. Al final la Chucha acaba desterrada del salón llorando amargamente tras la puerta y la niña acaba repostando en vuelo. ¿Mi comida? Suele acabar fría o engullida de mala manera. 

Después de comer hemos cambiado la rutina. Antes la dejaba jugando en el salón. Ahora, como no me hace la siesta, aprovecho y la vuelvo a montar en el carro y volvemos a partir en dirección al centro comercial. Si, ese al que juré que no iría nunca antes de ser madre. Paseamos por la calle arriba y abajo hasta que se duerme y entonces es mi momento. Entro al centro comercial, me pido un café y durante un tiempo estimado de entre 40 minutos y 1 hora escasa, leo. Cuando se despierta volvemos a ir caminando al rin para bebés y según como esté el panorama, nos quedamos o volvemos a casa a jugar.

Durante el tiempo hasta que llega el Mozo, no hay opción a mirar el móvil, leer o simplemente dejar la mente en blanco. Ir al baño es un visto y no visto. ¿Duchas? En fin, hay días que llega a noche y me percato de que ni los dientes me he lavado. O si me he lavado los dientes pero no me he peinado. Y cuando llega el Mozo, después de que se cambie de ropa tranquilamente o vaya al baño y responda a sus whatsapp, se supone que es mi momento. Aunque luego nunca lo es. En mi momento puedo ducharme o hacer la cena. Debería estudiar la opo pero es que sinceramente, no me apetece un culo. Solo quiero tiempo para reencontrarme conmigo y al final de cada día me percato de que no he tenido ese tiempo.

Hay días que, a las 23h, saco a la Chucha sola. Una vuelta a la manzana simplemente para despejarme. Viene bien pero no es que sea mucho tiempo. Y en fin: antes llevaba fatal el momento de sacar a la Chucha en pleno invierno. Ahora no veo el momento de cogerla y marcharme al paseo yo sola, sin niña a cuestas. 

Cuando el Mozo se cogió las vacaciones, me miró un día y me dejó muy claro que eran SUS vacaciones. Que él se iba a ir de despedida de soltero a Canarias, que un día saldría con la bici y su primo y otro día saldría al monte con su amigo de Edimburgo, que había venido. Que si quería hacer bricolaje que vale, pero que no iba a estar todas SUS vacaciones con eso. Al final el bricolaje lo hice sola una mañana en la que me levanté a las 8 am y ellos amanecieron a las 11am. Y me dolió. Claro que me dolió. Porque para mi, esa semana de vacaciones de la que, de pronto me di cuenta de que 6 días ya estaban cogidos, eran NUESTRAS vacaciones pero para el Mozo eran suyas y solo suyas. El día que me quedó ni siquiera recuerdo que hicimos pero si se que se hizo en familia (lo normal por otra parte). Lo que si se es que a las madres 24/7, nadie nos reconoce el derecho a necesitar algún día de desconexión. Parece que no tenemos derecho a vacaciones. Y entre los grupos de crianza en los que me muevo, ¡ojo cuidao con quejarte! Que los hijos son lo más maravilloso del mundo y que quien eres tú, malamadre, para querer separarte de él.

Pues mozas, soy una hobbita que adora a su Habichuela pero que le gustaría irse a tomar un café con su Amiga con Conocimientos sin tener que parar cada 2 minutos la conversación porque la niña está a punto de cometer una cafrada de las suyas. Quiero ir a comer con Mami Reciente y la Traumatóloga sin que haya lanzamiento de patatas. Quiero tener espacio para mi ocio individual, para mirar al infinito, retomar el blog (que habréis notado que no tengo tiempo ni para escribir ni para leer)... Y estaría bien que otras madres virtuales no me juzgaran por eso aunque ya veo que es mucho pedir. Afortunadamente se que el 90% del resto de madres virtuales entienden perfectamente mi postura, sean trabajadoras o madres 24/7.

¿Qué voy a hacer?

Como propósito de año nuevo me he marcado el objetivo de tener al menos 1 hora para mi cada día y de estudiar la opo a full, al menos los sábados por la mañana. Opositores que me leéis y ahora mismo sonreís con benevolencia, lo se. Así no se saca nadie una opo pero bueno, siendo sinceros no hay otra forma actualmente de llevar el estudio. Más que estudiar para sacarme la opo voy a estudiar para no perder el hábito de estudio. 

Voy a leer. Para eso he descubierto el eBiblio. ¡Y que descubrimiento! Que he preparado un post y todo porque esto tiene que llegar a los ojos y oídos de todos los amantes lectores que no tenéis tiempo ni para pisar la biblioteca. 

Voy a conseguir que el Mozo se implique más en las tareas de la casa que me tienen un poco abrumada.

Voy a irme de bragas con mi Amiga con Conocimientos más a menudo para poner de vuelta y media a nuestros Mozos (hola Amiga! Tómame el testigo y comentanos algo, leches, aunque sea anónimamente y desde el móvil :p). Que nuestros mozos son unos amores pero nosotras necesitamos ponerles de vuelta y media de vez en cuando para descubrir que nada es tan grave como nos parecía al principio. El irse de bragas implica irse SIN la Habichuela, no como el otro día que fue un estrés.

Y de momento me conformo con eso. Irme reencontrando poquito a poco sin perder la esencia que tanto me gusta de esta nueva etapa de mamá. Así que a partir de ahora ya no soy una mami 24/7 si no una mami 23/6'5. Y tan contenta, ¡oiga!

¿En qué momento de la crianza de vuestros peques os disteis cuenta de que os habíais diluido un pelín? ¿O no os pasó? ¿Qué hicisteis para remediarlo?