Facilitando la vida: el chándal

Cuando aterrizas en el mundo de la maternidad te das cuenta de muchas cosas. Da igual cuanto hayas leído y cuánto te hayas informado: hay ciertos detalles que, hasta que no los vives, no los comprendes. Anda que no habré leído yo a blogueras acerca de la falta de tiempo, de sueño, de la importancia de hacerse tuppers... ¿Y que ha pasado? Que no he sido consciente de lo genial que es sentarse a comer tranquila hasta que no he tenido a la Habichuela y he tenido que engullir la comida hirviendo. O engullirla fría después de calentarla tres veces y abandonarla las tres veces para atender a la peque.

Y sin embargo, hay algo de lo que no leo nunca y es de la importancia de vivir cómoda. Es más. No paro de leer a blogueras que inciden en la importancia de arreglarse para sentirse más mujer. Para estar bien con nosotras mismas. Y lo siento pero con esa idea, yo no comulgo. Me parece bien que haya chicas que necesiten arreglarse para sobrellevar el día a día pero yo no soy de esas. Es más, siempre os digo que tengo un estilo propio pelín zarrapastrosil y es la verdad. Desde antes de estar embarazada. Mi madre me cuenta que un día volví llorosa de la guardería porque me había puesto vaqueros y no había sido capaz de ir al baño sola. Y como tuve que pedir ayuda para desabrochar el botón me llevé un gran disgusto. Y cuando se lo conté me dijo:

- Tranquila mi vida, que a partir de hoy yo te llevo siempre en chándal.

Y como no creo ser la única que ha vivido semejante experiencia vital hoy quiero romper una lanza para aquellas mamis a las que les rechina el mensaje de que tener tiempo para una misma significa tener que pintarse el rostro-pálido, atenuar las ojeras y pasar 10 minutos extras en el baño con una mascarilla en el pelo. 

Y es que yo, cuando consigo un poco de tiempo para mi, quiero gastar esos 10 minutos en estar debajo del chorro de la ducha y sentir el agua resbalando por la espalda. Solo eso. O quiero utilizarlos delante del ordenador, respondiendo a los mensajes que me deja la comunidad 2.0 o escribiendo un rato en el blog. Y cuando estoy con mi Habichuela, tirada por el suelo, quiero estar cómoda y sin preocuparme de la cantidad de pelos que suelta la Perrucha Chucha cuando nos reclama amor. Y poderme sacar la teta donde quiera con relativa facilidad. Y no quiero cocerme cuando porteo.

Y hay que reconocer que para cumplir con esta segunda parte, no se puede ir remonísima de la muerte. No. Hay que ir en chándal.

Y por eso yo he hecho del chándal del Decathlon mi uniforme de trabajo. Es barato, es cómodo y se lava en un momento. Y por encima, camisetas normales y corrientes de esas básicas de colores. 

Me he comprado también algunas camisas y camisetas pensando en la lactancia (ya tengo un post preparado para enseñároslo) y si, voy más mona. Pero al final siempre vuelvo a mi uniforme si la ocasión no requiere de más arreglo. 

Porque así voy bien. Porque voy cómoda y lo más importante: ni me siento fea, ni descuidada ni abandonada. 

Yo me siento bien en chándal y no creo que por darse una capa exterior de chapa y pintura se esté mejor (ni peor, ojo) que las que vamos por la vida con la cara lavada y los pelos al viento. Aunque reconozco que lo de los pelos al viento empieza a suponer un problema porque a Habi, últimamente, le encanta cazármelos.

Y vosotros, ¿también os rechina ese mensaje de que el cuidado personal pasa necesariamente por ir permanentemente arregladas, maquilladas y bien peinadas? ¿Odiáis el chándal o por el contrario, lo amáis?