20 Diciembre

El viernes tuve consulta en el ginecólogo privado. Me ha mandado una ecografía doppler y un ecocardiograma materno-fetal. Y tengo que reconocer que me da miedo porque, sinceramente, se que no son pruebas normales que se manden todos los días de rutina. 

El médico dice que no ha visto nada en las ecografías, ni de las 20 semanas ni en las posteriores que le haga pensar de una malformación cardíaca pero que, como son patologías que pueden ir asociadas con la ectasia piélica, se queda más tranquilo mandándome al cardiólogo. 

Y la verdad, yo no se que pensar porque, sinceramente, si todo sale bien, pues mira, un peso que me quito y una prueba más que nos han hecho y que nunca está de más. Sin embargo, hasta que me hagan las pruebas vivo en la incertidumbre de si saldrá algo más, si mi niña viene o no viene bien. Y sigue planeando la sombra del Síndrome de Down.

No paro de pensar en los dos tíos maternos del Mozo, los dos con un retraso psíquico-físico bastante grave. No paro de pensar en lo que he peregrinado intentando saber que cojones puñetas tienen sin que nadie me lo sepa decir, ni les interese decírmelo. Los suegros me consiguieron los papeles que les consiguieron la invalidez, allá por los años 40. El diagnóstico de la época no puede ser mejor (modo ironía ON): 

IMBECILIDAD

Así, tal cual. Vamos, que me quedé igual. Miento. Cosas como esta te hacen reflexionar acerca de cuánto hemos cambiado en 50 años, aunque creamos que todo sigue igual. ¬_¬.

Cuando me iba a quedar embarazada, durante la planificación del embarazo, lo comenté. Como no son síndromes de Down y además son tíos paternos, le quitaron importancia todos los médicos. ¿Por qué ahora me hacen pruebas de patologías que suelen ir asociadas en Síndrome de Down? ¿Por qué me convencieron de que no era necesario hacer una amniocentesis porque la ectasia piélica no modificaba el riesgo tan bajito que me había dado?

Mis amigas me dicen que todos estos miedos son normales. Que nos pasan a todas. Pasamos del miedo al aborto, al miedo al parto prematuro y, cuando se acerca el momento, el miedo a que algo no salga del todo bien, a no querer al bebé si tiene algún problema... El caso es que me da la sensación de que pasamos el día entre miedos.

Sin embargo, analizándolo bien, se que no es verdad: ahora mismo la Habichuela bulle y rebulle en la barriga (sigo sin saber en que posición está) y me encanta. Me hace muy feliz. 

Por otro lado, hoy 20 de diciembre, además de las elecciones, es un día especial para mi. Hoy, hace justo un año, tenía mi primer test de embarazo en la mano, con sus dos rayitas, un día de falta en la menstruación y al Mozo reventado en la cama tras la fiesta navideña de la empresa. Fue un día tan feliz que me rompe el corazón recordarlo. Que cosas, ¿verdad? 9 semanas después, perdíamos a nuestro bebé que tendría que haber venido en agosto. Mi Habichuela no estaría aquí conmigo si ese bebé hubiera seguido adelante y me parte el alma siquiera pensar en qué habría elegido de haber sabido lo que iba a pasar. Quiero a mi niña con toda mi alma pero también quiero a ese bebé, a ese embrión que durante 9 semanas nos tuvo en vilo, igual que nos tiene ahora su hermana. Y por mucho que me duela y que desee que no haya pasado, reconozco que ese aborto me ha hecho vivir una maternidad mucho más consciente de la fragilidad de lo que llevo dentro.

¿Estará todo bien? En plenas navidades, como entonces, me toca esperar porque hay vacaciones para todo el mundo menos para mi mente. El doppler me lo hacen el día 24, Nochebuena, quedaba un huequito que nadie quería. Para el ecocardiograma fetal ya no tuve tanta suerte. Nos vamos al 7 de enero y hasta entonces, solo quiero sentirla como el rabo de lagartija que se que va a ser.