Ante la perspectiva de una cesárea

Preciosa fotografía de Helen Carmina, no dejéis de visitar su página y su blog

La Habichuela sigue ahí, tan pancha, en su posición de pequeño Buda, como os adelantaba en la entrada de la ecografía de control que tuvimos esta semana. La ecografía doppler no reveló nada nuevo con respecto a dicha posición y el ginecólogo privado opina que, aunque se pueden girar 30 minutos antes del parto, tiene la suficiente experiencia como para reconocer que, cuando una Habichuela está cómoda, está cómoda. Vamos, que me vaya preparando para que todo termine en una cesárea programada.

¿Me hace gracia? Pues hombre, no os voy a mentir: yo preferiría ir a un parto normal de los de toda la vida, aunque sea más engorroso. Por otro lado, tengo que reconocer que esperaba tener sentimientos mucho más encontrados hacia esta posibilidad y la verdad es que no. Debe ser que mi Pequeña Buda me transmite filosofía zen...

Cuando me paro a pensarlo, pienso que lo que más miedo me da es el postoperatorio y el dolor. Me da miedo el dolor, para que negarlo y me da miedo verme incapaz de salir de casa (ya sabéis, los terceros sin ascensor se llevan mal con las convalecencias). Además, hay algo que tengo grabado a fuego en mis recuerdos de adolescencia: el postoperatorio de mi madre después de una histerectomía para quitarle un saco de miomas (en serio, eso no era un útero era un saco de patatas, según el cirujano). 

Y es que mi madre, no se si os lo he dicho ya, es de esas personas que deben tener el umbral del dolor a la altura del cielo (además de huesos de adamantium, irrompibles así se esmorre desde lo alto de un campanario). Entre sus genialidades está el confundir mi parto con una indigestión; irse a dormir, dormir y ya acudir al día siguiente al hospital porque el malestar no se le terminaba de pasar (y porque mi padre se puso un pelín plasta). Yo nacía a los 20 minutos de entrar por la puerta del hospital. Pues mi madre, ESA persona, tuvo un muy mal despertar de su cirugía. Nunca en la vida la vi quejarse tanto (durante escasos 20 minutos, pero se quejó). También es verdad que le dijeron que mínimo 2 semanas en el hospital y logró el alta a los 5 días y que mínimo 4 semanas de reposo relativo y a las 2 semanas ya me tenía dando paseos de dos horas por el barrio.... Pero me sigue dando miedo porque yo no me caracterizo por haber heredado ese maravilloso umbral del dolor y, sinceramente, se supone que entraré sola a quirófano y saldré con un bebé que dependa de mi para todo. 

Por otro lado, he hablado con mi cuñada, cuyo primer parto fue vaginal pero instrumentalizado y en el segundo, viendo que había vueltas de cordón, le dieron a elegir y prefirió cesárea. Ella dice que ni punto de comparación. Que el primero lo recuerda con horror, el post parto fue terrible, la recuperación muy mala y que, en cambio, con la cesárea todo salió muy bien y que apenas tuvo ningún problema en el postparto. ¡Y tenía un niño pequeño! Vamos, lo contrario que dice todo el mundo pero a mi me tranquiliza tener una buena opinión de las cesáreas (claro que ella lo compara con un primer parto horroroso U_U).

También tengo que reconocer que me asalta un pensamiento pelín superficial: no quiero tener una cicatriz U_U. Que cosas, ¡con lo zarrapastrosil que soy yo y lo poco que me ha importado siempre la imagen! Pues no puedo evitarlo. Después del miedo al dolor es lo que más rabia me da. Y me aturullo porque me da mucha rabia que mi segundo pensamiento sea para algo tan nimio y tonto. Me da vergüenza y todo confesarlo.

Y luego el tema de la lactancia. Aunque la matrona me ha dicho que esté tranquila porque el protocolo exige que todo el personal esté muy pendiente y encima. Además, me ha dicho que con un parto vaginal dan el alta a los 3 días, con lo que la subida de la leche te suele pillar en casa y, como se dice vulgarmente, en bragas, mientras que en las cesáreas te dejan ingresada al menos 5 días y la subida te da en el hospital casi seguro, rodeada de las asesoras de lactancia y las matronas. Pues no se yo si me termino de quedar tranquila, o no pero también es un punto a su favor. 

También me preocupan las visitas. Porque si ya estoy un poco temerosa de ese momento en caso de parto vaginal (tengo otra entrada preparada) no quiero ni imaginar como será en pleno postoperatorio, en el que supongo que me apetecerá estar solo con mi bebé y mi Mozo. Sinceramente, ni siquiera se si quiero que esté mi madre así que imaginad donde quiero a los suegros y al cuñado. Mis amigos se que respetarán si no queremos que vengan de visita y creo que los del Mozo también lo tienen claro. 

Y ya por último: seguimos sin estar casados así que me va a tocar si o si ir al registro a inscribir a la peque. Y, sinceramente, yo quiero estar en casa con ella, no esperando colas con un fular enrollado por todo el cuerpo (porque recordad que no, no hay carro en esta casa). En fin, si me toca, me tocó aunque tengo la secreta esperanza de que la Ley 19/2015, de 13 de Julio nos ahorre este inconveniente pero, desgraciadamente, mi maternidad no está a día de hoy incluida en la red de hospitales que permiten la inscripción del recién nacido vía telemática U_U. Y algo me dice que con el follón que hay post elecciones no estarán incluidos en febrero, que es cuando esperamos a la Habichuela (siempre que no les de por adelantarme el parto, visto lo visto >_<). 

Esos son mis pensamientos acerca de inconvenientes y posibles ventajas de enfrentarme a una cesárea. Sin embargo, tenemos una serie de planes para intentar anticiparnos y tratar que la peque se ponga en posición cefálica:

- BellaBlack nos propone que nos pongamos música directamente en el chumino ^_^. El Mozo está entusiasmado con la idea y te da las gracias por la idea :p. Yo no se si termino de verlo claro pero ante la duda, lo probaré, ¡claro que lo probaré!

- En la maternidad de O'Donell, mi hospital, proponen la técnica de la versión externa. No garantizan resultados pero se puede intentar. Tiene riesgo (relativamente bajo) de rotura de la bolsa pero tenemos que debatirlo en familia y probablemente lo intentemos.

- Moxibustión. Nos lo comentó la matrona como posibilidad en la que no creía demasiado y, preguntando a mi amiga la fisio por la versión externa ella nos comentó también esta técnica. Como ella la aplica en su centro de trabajo, creo que será lo primero que probemos. Consiste en aplicar focos de calor con unas hierbas especiales en puntos concretos de la reflexología china. ¿Tengo fe en el resultado? No mucho, la verdad. Además, soy de esas personas que se ha hecho acupuntura para callar bocas con lo de las migrañas y, sinceramente, ni fu ni fa. Pero como no es algo que suponga riesgo y tampoco me van a pinchar en ninguna parte, probablemente lo intentemos si en la última ecografía vemos que no hay tu tía y que la Habichuela sigue muy cómoda cual flor de loto.

A las que os habéis enfrentado a cesárea, ¿os informaron bien de todo lo que iba a pasar? ¿Alguna primeriza con dudas y miedos similares en la sala? Si al final se os recolocó vuestro pequeño Buda, ¿en que semana lo hizo? ¿Habéis probado las técnicas de versión externa o moxibustión en vuestras carnes?

Por último, volvemos al espíritu inicial del blog: los experimentos. Ha llegado el momento de que me propongáis trucos de la cultura popular para darle la vuelta al bebé. Prometo probarlas todos. Si funciona, genial. Si no, pues nos echamos unas risas :p.